PRISIÓN NOCTURNA: ATRAPADA EN EL ABISMO MENTAL

Era una noche como cualquier otra para Laila, o al menos eso pensaba ella. Acostada en su cama, intentaba dormir, pero su mente no dejaba de dar vueltas. Había algo inquietante en el aire, algo que no podía explicar. Intentó ignorar esa sensación y cerrar los ojos, pero fue entonces cuando lo sintió. Un escalofrío abrasador recorrió su columna, provocando que saltara en la cama con un grito ahogado. Su corazón latía tan fuerte que parecía querer escapar de su pecho. 

En la oscuridad de su habitación, Laila sintió como si estuviera siendo observada, como si algo o alguien estuviera acechándola desde las sombras. Con el pulso acelerado, apenas se atrevió a girar la cabeza para mirar detrás de ella. De pronto, una mano fría y firme se posó en su hombro, enviando escalofríos por todo su cuerpo. Laila contuvo el aliento, paralizada por el miedo. ¿Quién podría estar allí? ¿Cómo había entrado alguien a su lugar seguro? 

Intentó luchar, quitar esa mano de encima, pero descubrió que no podía moverse. Sus músculos se habían convertido en piedra, su cuerpo se negaba a obedecerle. Gritó, pero sus labios se negaron a articular palabra alguna. Todo estaba en silencio, solo el latido de su corazón resonaba en sus oídos. 

Viviendo en el último piso del edificio, Laila sabía que la lluvia torrencial que caía esa noche no sería de ayuda porque si pudiera gritar, nadie la escucharía a través del estruendo de la tormenta. Se sentía atrapada en su propia pesadilla, impotente ante lo que estaba sucediendo, mientras una sensación de desesperanza la envolvía, haciéndole creer que no había escape posible de la situación espeluznante. 

Y entonces, en un instante, la cama desapareció bajo ella. En lugar de la suave superficie de su colchón, ahora estaba recostada sobre hojas otoñales húmedas. Trató de moverse, de levantarse, pero seguía siendo incapaz de hacerlo. Con su visión limitada por la oscuridad, alcanzó a distinguir árboles retorcidos a su alrededor, sus ramas parecían querer alcanzarla. 

Pero lo más aterrador fue lo que vio cuando levantó la mirada lentamente. Un par de botas negras, cubiertas de lodo, se encontraban frente a ella. Junto a estas, una pala de construcción descansaba en el suelo, como si hubiera sido abandonada repentinamente. 

El corazón de Laila parecía querer detenerse. ¿Quién estaba allí? ¿Qué querían de ella? El miedo la envolvía como una manta fría, paralizándola por completo. En la oscuridad de la noche, rodeada por árboles amenazantes y con un intruso a sus pies, Laila se preguntaba si alguna vez volvería a ver la luz del día.

Comentarios

  1. Hola! Me pareció interesante tu forma de retratar una parálisis de sueño. Me gustó la figura de la pala como en un estado de abandono repentino que da la idea de que va a seguir siendo usada. Interesante uso de final abierto :)

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